Para los niños de Djibouti: gracias a su petición, este libro se escribió.
Y también, gracias a mi esposa, por su paciencia.
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He decidido el título final y completo de mi blablablá Alá no tiene por qué ser justo con todas las cosas de aquí abajo. Y ya. Ahora voy a contar mis cuentos.
…Y para empezar… uno... Me llamo Birahima. Soy un p'tit nègre. No porque soy black y escuincle ¡No! Soy un p'tit nègre porque no hablo buen francés. Ací es. Aún si eres grande, si eres viejo, si eres árabe o chino o blanco, negro, ruso o americano; si hablas mal francés, se dice que eres un p'tit nègre, un p'tit nègre sea como sea. Pues sí, esa es la ley del francés con la que vivo.
…Y dos... Mi escuela no llegó muy lejos; dejé el segundo año de primaria. Dejé la banca porque todo el mundo dice que la escuela no sirve para nada, como el pedo de una vieja abuela. (Así decimos en negro prieto africano indígena, cuando las cosas no sirven para nada. Decimos que eso vale el pedo de una vieja abuela, porque el pedo de la abuela jodida y flaca ni hace ruido y ni se siente). La escuela vale menos que el pedo de una vieja abuela, porque, ni con la licenciatura de la universidad, podemos ser enfermeros o maestros en ninguna república bananera de África francófona. (República bananera según significa democracia regida por los intereses privados y la corrupción). Pero llegar a segundo de primaria no es la verdad algo autónomo, ni glorioso. Uno conoce poco, pero no lo suficiente; nos parecemos a eso que los negros prietos indígenas africanos llaman una galette con los dos lados chamuscados. Ya no somos pueblerinos y salvajes como los otros negros prietos indígenas africanos: ya entendemos y comprendemos a los negros civilizados y a los tubabs, menos a los ingleses como los americanos negros de Liberia. Pero no sabemos geografía, gramática, conjugaciones, divisiones y redacción; no podemos ganar dinero fácilmente como funcionarios del Estado en una república jodida y corrupta como Guinea, Costa de Marfil, etc., etc.
...Y tres... Soy insolente, grosero como la barba de un chivo y soy mal hablado. No digo como los negros prietos indígenas africanos elegantes: ¡mierda! ¡carajo! ¡imbécil! Uso las palabras malinkés como ¡faforó! (¡Faforó! significa sexo de mi padre o del padre o de tu padre). Como ñamocodé. (¡Ñamocodé! significa bastardo o bastardía). Como ¡hualahé! (¡Hualahé! significa por Alá). Los malinkés son mi raza. Es el tipo más numeroso de negros prietos indígenas africanos en el norte de Costa de Marfil, en Guinea y en otras repúblicas bananeras y jodidas como Gambia, Sierra Leona y Senegal, allá, etc.
… Y cuatro… Perdón por hablarles así de frente con la verdad. Porque solo soy un niño. Soy de diez o de doce años (hace dos años abuela decía que de ocho y mamá que de diez) y hablo mucho. Un niño educado escucha, no interrumpe. No habla como un pájaro tejedor en las ramas de una higuera. Eso es para los viejos con barbotas blancas, así dice el proverbio: el sombrero nunca va en la rodilla, si para eso tienes la cabeza en el cuello. Así se acostumbra en el pueblo. Pero a mí ya me valen las costumbres del pueblo, pues hace mucho tiempo me fui a Liberia, maté a mucha gente con kalachnikov, o kalach, y me drogué mucho con kanif y las otras drogas fuertes.
… Y cinco… Para contar mi vida de mierda, mi desmadre de vida en un francés más o menos bueno, para que no se me crucen los cables con las palabrotas, tengo cuatro diccionarios. Primeramente, el diccionario Larousse y el Petit Robert, segundamente, el Inventario de Particularidades Léxicas del Francés de África Negra y terceramente, el diccionario Harrap’s. Estos diccionarios me sirven para buscar las palabrotas, para revisar las palabrotas y, sobre todo, para explicarlas. Hay que explicar, porque mi blablablá es para que todo tipo de gente lo lea: los tubabs (tubabs significa blanco) colonos, los negros indígenas salvajes de África y los francófonos de toda índole (índole significa tipo). El Larousse y el Petit Robert son para buscar, checar y explicar las palabrotas del francés de Francia a los indígenas negros prietos de África. El Inventario de Particularidades Léxicas del Francés de África Negra explica las palabrotas africanas a los tubabs franceses de Francia. El diccionario Harrap’s explica las palabrotas en pidgin a todos los francófonos que no entiendan nada de nada del pidgin.
¿Cómo le hice para tener estos diccionarios? Es una larga historia y no me dan ganas de contarla ahorita. Ahorita no tengo tiempo, no tengo ganas de perderme en un blablablá. Y ya, es todo. ¡Al faforó (culo de mi papá)!
…Y seis… Pues no soy elegante, ni tierno, estoy maldito, porque le hice algo malo a mi madre. Entre los negros prietos indígenas africanos, cuando hiciste enojar a tu mamá y se muere, con ese coraje en su corazón, te maldice, tienes la maldición. Y nada funciona en ti y contigo.
No soy elegante, ni lindo, porque me persiguen los ñamas de varias personas. (Ñama es una palabrota de los africanos indígenas negros prietos que hay que explicarles a los franceses blancos. Significa, como dice según el Inventario de Particularidades Léxicas del Francés de África Negra la sombra que permanece tras la muerte de un individuo. La sombra que se convierte en una fuerza maligna inmanente que sigue al que mató a una persona inocente). Y yo maté muchos inocentes en Liberia y Sierra Leona, donde peleé en la guerra tribal, donde fui niño soldado, donde me drogué mucho con drogas fuertes. Me persiguen los ñamas, así que todo se echa a perder en mí y conmigo. ¡Ñamocodé (bastardía)!
Y ese soy yo en seis puntos, ni uno más, en carne y hueso, y como estra con mi manera incorrecta e insolente de hablar. (No es estra, más bien es extra). Es necesario explicar “extra” a los negros prietos indígenas africanos que no entienden nada. Según Larousse, esto significa lo que está demás, de sobra).,
Eso es lo que soy y no es una imagen divertida. Ahora, después de que ya me presenté, les voy a contar mi vida de mierda.
Siéntense y escúchenme. Y escriban todo. Alá no tiene por qué ser justo en todas sus cosas. ¡Faforó (sexo de mi papá)!
Antes de irme a Liberia, yo era un niño sin miedo y bien portado. Dormía en todos lados, robaba de todo en todas partes para comer. Abuela me buscaba por días y días: era lo que se llama un niño de la calle. Yo era un niño de la calle. Antes de ser un niño de la calle, estaba en la escuela. Antes de eso, yo era un bilakoro, del pueblo de Togobala. (Bilakoro significa, según el Inventario de Particularidades Léxicas del Francés de África Negra, niño no circuncidado). Corría por los desagües, iba a los campos, cazaba ratones y pájaros en la selva. Todo un niño africano negro prieto de la maleza. Antes de todo esto, era un escuincle en la choza con mamá. Un escuincle corriendo entre la choza de mamá y la de abuela. Antes de todo eso, anduve en cuatro patas en la choza de mamá. Antes de andar en cuatro patas, estaba en la panza de mi mamá. Antes de eso, a lo mejor estuve en el viento, a lo mejor en una serpiente, a lo mejor en el agua. Siempre somos algo así como una serpiente, árbol, ganado, hombre o mujer antes de entrar en la panza de nuestra mamá. Se le dice vida antes de la vida. Yo viví la vida antes de la vida. ¡Ñamocodé (bastardía)!
La primera cosa que está en mi interior... En francés correcto, no se dice en el interior, sino en la cabeza. La cosa que está en mi interior o en mi cabeza, cuando pienso en la choza de mi mamá, es el fuego, el calor de las brasas, una marca de fuego. No sé cuántos meses tenía cuando me braseé mi antebrazo (Brasear significa, en el Inventario de Particularidades Léxicas del Francés de África Negra, cocinar con brasas). Mi mamá no había contado mi edad y mis meses; no tenía tiempo libre para hacerlo porque sufría todo el tiempo, lloraba todo el tiempo.
Olvidé decirles algo fundamental, tremenda, tremendamente importante. Mi mamá caminaba en su trasero. ¡Hualahé (por Alá)! En las dos nalgas. Se cargaba con las manos y la pierna izquierda. La pierna izquierda era flaca como un palo de pastor. La pierna derecha, a la que mi mamá le decía su cabeza de serpiente aplastada, estaba cortada, discapacitada por la úlcera. La úlcera, según mi diccionario Larousse, es una herida persistente con secreción de pus. Así le dicen a una herida en la pierna que nunca se cura y que al final mata al paciente. La úlcera de mi mamá estaba arropada con hojas y un trapo viejo. (Arropada significa, según Larousse, envuelto.) La pierna derecha siempre estaba en el aire. Mamá se movía a trompicones, en sus nalgas, como una oruga. (A trompicones es detenerse de una manera brusca seguida de una recuperación agresiva.) Yo, yo andaba en cuatro patas. Me acuerdo, puedo contarlo. Pero no me gusta decírselo a todo el mundo. Porque es un secreto; porque, cuando lo cuento, tiemblo de dolor como un miedoso por la quemadura de fuego en mi carne. Yo corría, me arrastraba en cuatro patas, ella me perseguía. Iba más rápido que ella. Me perseguía con su pierna derecha al aire, en sus dos nalgas, a trompicones, cargándose con sus manos. Yo iba muy rápido y muy lejos, no quería que me atrapara. Iba volando, choqué con la brasa ardiente. Y pues me quemó mi brazo. Le quemó el brazo a un pobre niño como yo porque Alá no tiene por qué ser justo con todas las cosas de la tierra. La cicatriz sigue aquí en mi brazo; sigue en mi cabeza y en mi panza, dicen los negros africanos, y en mi corazón. Siempre está en mi corazón, en todo mi ser como los olores de mi madre. Los olores abominables de mi madre embebieron mi cuerpo (Abominable significa muy malo y embebieron significa mojado, impregnado de un líquido, según Larousse). ¡Ñamocodé (bastardía)!
Traducción del grupo 51TR 2019-2
Liliana Guadalupe Hernández Acosta
Blanca Sáez Hernández
Karla Ximena Maldonado Gómez
Liliana Morales Carasco
Raúl Saldaña Nieto
Alejandra Torreblanca Gutiérrez
Revisión: Alicia Alexesteva Gerena Meléndez
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